Nótese cuán incansable era la furia de los judíos contra el evangelio de Cristo. La gente apedreó a Pablo en un tumulto popular. Tan fuerte es la inclinación del corazón corrupto y carnal, que con suma dificultad los hombres se retienen del mal, por una parte, así como con gran facilidad son persuadidos a hacer el mal por la otra. Si Pablo hubiera sido Mercurio, hubiera podido ser adorado, pero si es ministro fiel de Cristo, será apedreado y echado de la ciudad. Así, pues, los hombres que se someten fácilmente a fuertes ilusiones, detestan recibir la verdad con amor.
Todos los que son convertidos tienen que ser confirmados en la fe; todos los que son plantados tienen que criar raíces. La obra de los ministros es establecer a los santos y despertar a los pecadores. La gracia de Dios, y nada menos, establece eficazmente las almas de los discípulos. Es cierto que podemos contar con mucha tribulación, pero es estimulante que no estamos perdidos ni pereceremos en ella.
La Persona a cuyo poder y gracia están encomendados los convertidos y las iglesias recién establecidas, era claramente el Señor Jesús, “en quien todos creyeron”. Fue un acto de adoración.
Todo el elogio de lo poco bueno que hacemos en cualquier momento, debe atribuirse a Dios, porque Él es quien no sólo obra en nosotros el querer como el hacer, sino también obra con nosotros para que alcance el éxito. Todos los que aman al Señor Jesús se regocijarán al oír que ha abierto de par en par la puerta de la fe a los que eran ajenos a Él y a su salvación. Como los apóstoles, habitemos con los que conocen y aman al Señor.
Todos los que son convertidos tienen que ser confirmados en la fe; todos los que son plantados tienen que criar raíces. La obra de los ministros es establecer a los santos y despertar a los pecadores. La gracia de Dios, y nada menos, establece eficazmente las almas de los discípulos. Es cierto que podemos contar con mucha tribulación, pero es estimulante que no estamos perdidos ni pereceremos en ella.
La Persona a cuyo poder y gracia están encomendados los convertidos y las iglesias recién establecidas, era claramente el Señor Jesús, “en quien todos creyeron”. Fue un acto de adoración.
Todo el elogio de lo poco bueno que hacemos en cualquier momento, debe atribuirse a Dios, porque Él es quien no sólo obra en nosotros el querer como el hacer, sino también obra con nosotros para que alcance el éxito. Todos los que aman al Señor Jesús se regocijarán al oír que ha abierto de par en par la puerta de la fe a los que eran ajenos a Él y a su salvación. Como los apóstoles, habitemos con los que conocen y aman al Señor.