26.2.11

La Vida de Jesús


El monte Sinaí, donde fue formada la iglesia del estado judío, era un monte que podía ser tocado aunque estaba prohibido hacerlo, lugar que podía sentirse, así que la dispensación mosaica fue en gran parte de cosas externas y terrenales. El estado del evangelio es amable y condescendiente, adecuado para nuestra débil constitución. Todos podemos ir con franqueza a la presencia de Dios si estamos bajo el evangelio. Pero el más santo debe desesperar, si es juzgado por la santa ley dada en el Sinaí sin tener un Salvador.

La iglesia del evangelio es llamada Monte Sion, porque allí los creyentes tienen una visión más clara del cielo y un temperamento más celestial del alma. Todos los hijos de Dios son herederos y cada uno tiene los privilegios del primogénito. Pareciera haberse equivocado de camino, lugar, estado y compañía el alma que supone que va a unirse en lo alto a esa gloriosa asamblea e iglesia, pero sin estar aún familiarizada con Dios, siguiendo orientada carnalmente, amando este mundo actual y el presente estado de las cosas, mirando atrás con ojo anheloso, llena de soberbia y culpa, llena de lujurias. Sería incómodo para ella y para los que la rodean.

Cristo es el Mediador del nuevo pacto entre Dios y el hombre, para reunirlos en este pacto; para mantenerlos juntos; para interceder por nosotros ante Dios, y por Dios ante nosotros; para finalmente reunir a Dios y su pueblo en el cielo. Este pacto está afirmado por la sangre de Cristo rociada sobre nuestras conciencias como era rociada la sangre del sacrificio sobre el altar y sobre la víctima. Esta sangre de Cristo habla por cuenta de los pecadores; ruega no por venganza, sino por misericordia.

Entonces, cuidaos de no rechazar su bondadoso llamado y su oferta de salvación. Cuidaos de no rechazar al que habla desde el cielo con infinita ternura y amor; porque ¡cómo podrían escapar los que rechazan a Dios con incredulidad o apostasía, mientras Él con tanta bondad les ruega que se reconcilien y reciban su favor eterno! El trato de Dios con los hombres, bajo el evangelio, en un camino de gracia, nos asegura que tratará con los que desprecian el evangelio en un camino de juicio. No podemos adorar a Dios en forma aceptable a menos que le adoremos con reverencia y santo temor.

Sólo la gracia de Dios nos capacita para adorar rectamente a Dios. Él es el mismo Dios justo y recto en el evangelio que en la ley. La herencia de los creyentes les está asegurada; y todas las cosas correspondientes a la salvación son dadas gratuitamente como respuesta a la oración. Busquemos la gracia para que podamos servir a Dios con reverencia y santo temor.