15.4.11
PELICULA CRISTIANA: DETRAS DE LA MONTAÑA
Jesús se embarcó en una barca para ser menos presionado y para que la gente escuchara mejor. Con esto nos enseña en las circunstancias externas de la adoración a no desear lo que es majestuoso, sino hacer lo mejor de las facilidades que Dios nos asigna en su providencia. Cristo enseñaba con parábolas. Por medio de ellas simplificaba y hacía más fáciles las cosas de Dios para los dispuestos a ser enseñados, y más difíciles y oscuras para los dispuestos a ser ignorantes.
La parábola del sembrador es clara. La semilla sembrada es la palabra de Dios. El sembrador es nuestro Señor Jesucristo, por sí o por sus ministros. Predicar a una multitud es sembrar el grano; no sabemos dónde brotará. Una clase de terreno, aunque nos demos mucho trabajo, no da fruto adecuado mientras la buena tierra da fruto con abundancia. Así ocurre en los corazones de los hombres, cuyos diferentes caracteres están aquí descritos como cuatro clases de terreno.
Los oyentes negligentes y frívolos son presas fáciles para Satanás que, como el gran homicida de las almas, es el gran ladrón de sermones, y con seguridad estará presto para robarnos la palabra si no tenemos el cuidado de obedecerla.
Los hipócritas, como el terreno pedregoso, suelen tener el comienzo de los cristianos verdaderos en su muestra de profesión de fe. Muchos de los que se alegran de oír un buen sermón, son los que no se benefician. Se les habla de la salvación gratuita, de los privilegios de los creyentes, y la felicidad del cielo; y, sin cambio de corazón, sin convicción permanente de su propia depravación, de su necesidad del Salvador o de la excelencia de la santidad, pronto profesan una seguridad sin fundamentos. Pero cuando una prueba pesada los amenaza o pueden tener una ventaja pecaminosa, se rinden u ocultan su profesión o se vuelven a un sistema más fácil.
Los afanes del mundo son apropiadamente comparados con las espinas, porque vinieron con el pecado y son fruto de la maldición; son buenos en su lugar para llenar un vacío, pero debe estar bien armado el hombre que tenga mucho que ver con ellos; enredan, afligen, arañan y su fin es ser quemados, Hebreos vi, 8. Los afanes del mundo son grandes obstáculos para tener provecho de la palabra de Dios. Lo engañoso de las riquezas obra el mal; no se puede decir que nos engañamos a menos que depositemos nuestra confianza en ellas, entonces ahogamos la buena semilla.
Lo que distinguió al buen terreno fue la fructificación. Por esto se distinguen los cristianos verdaderos de los hipócritas. Cristo no dice que la buena tierra no tenga piedras y espinas, sino que nada puede impedir que dé fruto. Todos no son iguales; debemos apuntar más alto para dar más fruto. El sentido del oído no puede ser mejor usado que para oír la palabra de Dios; y mirémonos a nosotros para que sepamos que clase de oyente es.