Cristo tiene dominio sobre todas las criaturas y puede usarlas como le plazca. Tiene los corazones de todos los hombres bajo su ojo y en su mano. Los triunfos de Cristo, y las jubilosas alabanzas de sus discípulos, afligen a los orgullosos fariseos que son enemigos suyos y de su reino. Como Cristo desprecia el desdén de los soberbios, acepta las alabanzas del humilde. Los fariseos quisieron silenciar las alabanzas a Cristo, pero no pueden puesto que Dios puede levantar hijos para Abraham aun de las piedras, y volver el corazón de piedra hacia Él, para sacar alabanza de las bocas de los niños. ¡Cómo van a ser los sentimientos de los hombres cuando el Señor regrese en gloria a juzgar el mundo!
Hizo que David se desanimara pensando que habría quienes le tenían muy mala voluntad. Pero la maldad que ellos maquinaron en su contra, se volvió contra ellos mismos. Cuando estaba en la mayor angustia y desgracia, David no oró: Señor, exáltame, sino, Señor, exalta tu nombre. Nuestro mejor aliento al orar lo tomamos de la gloria de Dios, y en todas nuestras peticiones de misericordia debemos considerar eso más que nuestro propio consuelo.