Jos 1:9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
La Biblia emplea numerosos términos para referirse al temor. Los más comunes son los siguientes:
a. El temor santo
Proviene de la conciencia que del Dios vivo tiene el creyente. Según Lutero, el hombre natural no puede temer a Dios perfectamente; según Rudolf Otto, es “completamente incapaz de temblar (grauen) o sentir horror en el sentido real de la palabra”. El temor santo, por otra parte, proviene de Dios y capacita al hombre para reverenciar su autoridad, obedecer sus mandamientos, odiar y evitar toda forma de maldad (Jer. 32.40; cf.cf. confer (lat.), compárese Gn. 22.12; He. 5.7). Además, es el comienzo (o principio regulador) de la sabiduría (Sal. 111.10); el secreto de la rectitud (Pr. 8.13); una de las características de las personas en las que Dios se deleita (Sal. 147.11), y el deber total del hombre (Ec. 12.13). Es, también, una de las cualidades divinas del Mesías (Is. 11.2–3).
En el ATAT Antiguo Testamento, en gran parte debido a las sanciones legales de la ley, a menudo se considera que la verdadera religión es sinónimo del temor de Dios (cf.cf. confer (lat.), compárese Jer. 2.19; Sal. 34.11, vss.vss. versión, versiones de Moffatt), y aun en la época del NTNT Nuevo Testamento se utilizaba la expresión “andar en el temor del Señor” en relación con los cristianos primitivos. A los adherentes gentiles de la sinagoga se los llamaba “temerosos de Dios” (Hch. 10.2, etc.; cf.cf. confer (lat.), compárese Fil. 2.12).
En el NTNT Nuevo Testamento, sin embargo, generalmente se recalca el concepto de un Dios amante y perdonador, que por medio de Cristo otorga a los hombres un espíritu filial (Ro. 8.15), y les permite encarar la vida (2 Ti. 1.6–7) y la muerte (He. 2.15) sin temor. No obstante, siempre queda un temor reverente, porque no ha cambiado la grandiosidad de Dios y llegará el día en que seremos juzgados (2 Co. 5.10s). El temor de Dios estimula al creyente a buscar la santidad (2 Co. 7.1), y se refleja en su actitud hacia sus hermanos en la fe (Ef. 5.21).
b. Temor servil
Es, estrictamente, consecuencia natural del pecado (Gn. 3.10; Pr. 28.1), y puede venir como castigo (Dt. 28.28). Félix lo sintió cuando oyó predicar a Pablo (Hch. 24.25), y lo sienten los que rechazan a Cristo, para quienes sólo hay “un temeroso juicio” (He. 10.27, °nc°nc E. Nácar Fuster, A. Colunga, Sagrada Biblia, 5ª eds. 1953, 31; cf.cf. confer (lat.), compárese Ap. 21.8). Aunque en sí no es bueno, a menudo el Espíritu se sirve de este temor para la conversión de los hombres (Hch. 16.29ss, etc.).
c. El temor a los hombres
Puede expresarse como: (i) pavor reverencial y una consideración especial hacia otros hombres, en cuanto amos y magistrados (1 P. 2.18; Ro. 13.7); (ii) horror ciego de ellos y de lo que puedan hacer (Nm. 14.9; Is. 8.12; Pr. 29.25); y (iii) en un sentido muy peculiar preocupación cristiana por ellos, ante la posibilidad de que sean arruinados por el pecado (1 Co. 2.3; 2 Co. 11.3; Col. 2.1). Es posible librarse de este tipo de temor, al igual que del temor servil mencionado en (b), por medio del verdadero amor a Dios (1 Jn. 4.18).
d. El “temor” como objeto del temor
Se utiliza el vocablo temor en otro sentido, como en Gn. 31.42, 53, pasaje en el que se llama a Dios “temor de *Isaac”, e. d.e. d. es decir el Dios a quien temía y adoraba Isaac. Su “temor”, aquello que los aterrorizaba, recae sobre los malvados (Pr. 1.26–27; 10.24; cf.cf. confer (lat.), compárese Is. 66.4). Cuando los hebreos entraron en la tierra prometida, Dios envió su temor delante de ellos, destruyendo y esparciendo a los cananeos, o impresionándolos de tal manera con su temor que su espíritu se desvanecía y se volvían incapaces de resistir al invasor (Ex. 23.27–28). El temor en este sentido también se encuentra en Job 4.6 (cf.cf. confer (lat.), compárese 9.34; 13.21): “¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?”