5.4.11

El Poder de la Actitud



 Prov. 3:27  No te niegues a hacer el bien a quien es debido, Cuando tuvieres poder para hacerlo.

 Santiago 4:17  y al que sabe hacer lo bueno,  y no lo hace,  le es pecado.

Nuestros labios deben estar gobernados por la ley de la bondad, la verdad y la justicia. Los cristianos son hermanos. Quebrantar los mandamientos de Dios es hablar mal de ellos y juzgarlos, como si nos pusieran una restricción demasiado grande. Tenemos la ley de Dios, que es regla para todo; no presumamos de poner nuestras propias nociones y opiniones como regla a los que nos rodean, y tengamos cuidado de no ser condenados por el Señor. —“Anda ahora”es un llamado a todo aquel que considera que su conducta es mala. ¡Qué dados son los hombres mundanos y astutos para dejar fuera de sus planes a Dios! ¡Qué vano es buscar algo bueno sin la bendición ni la dirección de Dios! La fragilidad, la brevedad y la incertidumbre de la vida deben frenar la confianza vana y presuntuosa de todos los proyectos para el futuro. Podemos establecer la hora y el minuto de la salida y la puesta del sol para mañana, pero no podemos fijar la hora cierta en que se disipará la niebla. Tan corta, tan irreal y dada a marchitarse es la vida humana, y toda la prosperidad y el placer que la acompañan; pero la bendición o el ay para siempre serán conforme a nuestra conducta en este momento pasajero.

Siempre tenemos que depender de la voluntad de Dios. Nuestros tiempos no están en nuestras manos sino a disposición de Dios. Nuestra cabeza puede estar llena de preocupaciones y pensamientos por nosotros mismos, o por nuestras familias o amistades, pero la providencia a menudo confunde nuestros planes. Todo lo que pensemos y todo lo que hagamos debe depender con sumisión de Dios. Necio y dañino es jactarse de cosas mundanas y proyectos futuros; producirá gran desengaño y resultará destructivo al final.
Los pecados de omisión y los de comisión serán llevados a juicio. Será condenado tanto aquel que no hace el bien que sabe debe hacer y el que hace el mal que sabe que no debe hacer. ¡Oh, qué fuésemos tan cuidadosos para no omitir la oración y no descuidar la meditación y el examen de nuestras conciencias puesto que no hemos de cometer crasos vicios externos contra la luz!